Creo que gran parte de la personalidad de cada uno de nosotros viene marcada antes del propio nacimiento. Ello, sumado al entorno en el que crecemos, compone sobre nosotros los pilares sobre los que nos sujetaremos el resto de nuestra vida. Sin embargo, nuestro camino solo acaba de empezar, como diría el filósofo Kant “se mide la inteligencia de un individuo por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar”.
Me siento realmente orgulloso de mi infancia, de mi familia y la isla donde crecí en mitad del Mediterráneo. Recuerdo como mi madre, con su melena pelirroja, nos llevaba al colegio a mis hermanos y a mí subidos todos en su bicicleta. A mi abuela, enseñándome a cocinar con sus largas y elegantes manos. Y a mi abuelo, quien supo ver desde muy pequeño mi clara vocación por el mundo de la belleza y fue él quien me regaló mis primeras tijeras.
A los 17 abandoné Menorca, subido en un barco con mi maleta y mi moto, rumbo a Barcelona, donde aprendí la profesión de Peluquero y Maquillador. Disfruté la energía de una ciudad en plena vanguardia y fui madurando mientras cortaba el pelo, peinaba a novias… La belleza femenina determinó mi forma de comprender el mundo y a día de hoy es lo que aun me impulsa a seguir creciendo por encima de todo.
Mi siguiente destino fue Lisboa. Sus fados y sus calles, aún sin descubrir, me deslumbraron. Trabajaba para Yves Saint Laurent, como maquillador, creando volúmenes de elegancia en el rostro de la mujer. La firma me trasladaba para eventos y formaciones de la marca de viaje a rincones de Portugal, Angola y Brasil. No sabría cómo transmitir esta etapa, sino fuera soñando. Y esto me hizo concebir a la mujer y su carisma como parte de una fantasía. No concibo una producción creativa sin que un pellizco de locura nuble la razón.
Posteriormente, pasé cinco años en Londres, una ciudad que recomiendo a todo el mundo. Allí tuve el privilegio de trabajar como peluquero para Aveda, del grupo Estée Lauder, en pleno corazón de la ciudad, donde conviví cada día con una clientela multirracial en un espacio gigantesco. Fue entonces cuando me introduje en la filosofía de los productos orgánicos y tomé conciencia de su importancia para nuestro bienestar.
Sin embargo, si tuviera que elegir un recuerdo, sería indiscutiblemente mi aprendizaje en las técnicas de corte del gran maestro Vidal Sasoon. Fue entonces cuando sentí que mi formación se consolidaba, adquiriendo la seguridad para poder realizar cualquier trabajo creativo, técnicamente perfecto.
Fue la propia firma Estée Lauder la que me ofreció venir a vivir a Madrid como director creativo de Aveda. Supongo que mis inquietudes por crear mi propio salón me acompañaban ya entonces en mi viaje en avión. Y mi deseo de plasmar todo el aprendizaje adquirido desde mis quince años se materializaron en la primavera de 2013, donde inauguré junto a Nano García el Espacio Isaac Salido.
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