Podemos viajar y disfrutar de las ciudades y paisajes. Podemos planear una ruta que nos lleve a los monumentos, galerías o museos que más se aproximan a nuestros gustos. Nunca me he planteado qué nos impulsa a cada uno de nosotros a viajar, nuestra necesidad de conocer otros lugares y el arte que en ellos habita.
Una definición del arte lo describe como “actividad en la que el hombre recrea, con una finalidad estética, un aspecto de la realidad o un sentimiento en formas bellas valiéndose de la materia, la imagen o el sonido”. Rafela, en su deseo de explorarlo, ha llegado a conectar con una actividad del hombre ajena a cualquier intención original de crear belleza: la arquitectura militar.
Cuando una mujer se sienta en nuestra silla de barbero, nunca nos podemos llegar a imaginar lo que ocupa su mente. No me sorprende su pasión por las formas estéticas, pero jamas hubiera pensado que reflexionara sobre la fortificación y la presencia de éstas en el lugar en que se crearon. Cómo la naturaleza la ha hecho envejecer. El abandono del ser humano sobre un elemento de defensa.
Como nos muestra la definición, el arte es un sentimiento y para Rafela el patrimonio arquitectónico militar no se compone de piezas de arte en sí, pero sí le apasiona el sentimiento que provoca en el lugar que habita. El destino le impuso en un lugar determinado como medio de defensa y es el paso del tiempo el que lo ha convertido en una pieza artística.
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