Existe una opinión generalizada acerca de lo que favorece y lo que no a una mujer en función de su fisonomía, del tono de su piel y de multitud de complejos que tienden a buscarse en sí mismas. Trabajo diariamente asesorando a mujeres, y durante la consulta previa tratamos de conocer su estilo de vida, sus hábitos con el cabello y, por supuesto, sus miedos.
Estos miedos suelen giran en torno a muchos complejos que han sido injustamente adquiridos por prejuicios sociales. Sin embargo, no creo que realmente existan las barreras que ellas han creado sobre sus propios prejuicios. Por el contrario, confío en que cada persona, en función de sus características, puede explorar multitud de estilos.
Para mí, el cabello lacio es como el telón de un teatro, y el volumen del rizo es apasionante en todas sus formas. Cualquier mujer debería llevar el cabello corto en algunos momentos de su vida. A la vez que existen mujeres mayores que lucen melenas increíbles. Y, por supuesto, siempre he defendido que la cana no envejece.
La mujer evoluciona y cambia de registro mucho más de lo que puedan imaginarse. Y en cada etapa, debe disfrutar de un estilo diferente que en ese momento sea la huella de su propia identidad. Su belleza más auténtica.
Lo importante es dejar que ese impresionante poder de adaptación que la mujer posee desate la personalidad camaleónica y en cada momento haga de personalidad un look. Y lo que ve como un defecto sepa convertirlo en una virtud, desatando algo que solo se consigue mostrando su verdadera esencia y que conocemos como el carisma.
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