Las cintas de raso que se entrelazan sobre la frágiles piernas de una niña, son las que permitirán a sus zapatillas de baile mantenerla en punta.
Esa niña crece y aunque abandone la danza, nunca dejará de sentir el raso entrelazado en sus piernas.
Ahora como mujer, son los cordones del corset los que la mantienen erguida. Camina entre políticos y diplomáticos como si aún estuviese bailando frente a los espejos de su antigua aula.
Su familia la preparó para representar en cada instante el papel de mujer y esposa perfecta.
Su cultura y posición le han hecho consciente de que existen muchas formas de amar. Comprende que la suya ha sido impuesta y que ella lo ha permitido.
Sin embargo, no es capaz de averiguar cuál habría sido su forma de sentir el amor si desde niña no hubiese vivido con sus sentimientos controlados.
Ahora ya es tarde, si dejase ver sus emociones, saldrían de su cuerpo como gritos de locura, como muelles completamente descontrolados, igual que los peluches rosas descabezados.
No serían sus sentimientos reales sino sentimientos de un deseo de amar deformado.